Por: Manuel Emilio Duvalls Ledesma
El
comunismo como ideología política, no prescribe ninguna forma específica de
organización política de la sociedad; lo único que propone es la titularidad
pública de los medios de producción, no
de todos los bienes. Propiedad pública que puedes ser perfectamente gestionada
dentro de un sistema democrático en que las líneas generales de la actividad
económica sean objeto de debates y decisión por los miembros de un parlamento
democrática mente elegidos, y concretada por un Gobierno surgido de dicho
parlamento y llevadas a la práctica por empresas tanto públicas como privadas.
Confundir
a estas alturas el comunismo en general con un sistema económico íntegramente
estabilizado, es no haberse enterado de la evolución de las ideas en torno a
este habida a lo largo de más de un siglo. Eso por no hablar de que en la
tradición marxista, que durante mucho tiempo se autodenominó socialdemócrata,
de hecho, así se llamaba el partido de Lenin hasta transcurrido algunos años de
la Revolución de octubre. En esa revolución, o en esa tradición, el comunismo
se concibe como una cierta fase de desarrollo social y económico en que la
super abundancia de recursos haría ocioso cualquier sistema de reparto de la
riqueza, ya que todos podrían satisfacer sin dificultad todas sus necesidades.
En
el caso de algún de los más importantes, como en Rusia y China, se encontraron
con una sociedad descompuesta y debilitada económicamente, ya que la pobreza
abarcaba amplios sectores sociales. Por supuesto, es natural que sociedades así
apoyasen a partidos que prometen mejorar sustancialmente su situación. En el
caso de Rusia, diezmada por la Primera Guerra Mundial, China, sacudida por una
sucesión de mortíferas guerras del Opio provocadas por las grandes potencias
occidentales y acabando por la salvaje invasión japonesa.
El
triunfo de los comunistas en esas sociedades, se debe a existencia de unos
gobiernos despóticos que cerraban los ojos ante la situación desesperada de sus
pueblos.
Si
fijamos nuestro estudio en l sistema político y económico chino, nos damos
cuenta que el comunismo no es un sistema totalitario y antidemocrático, y lo
que propone es la titularidad pública de los medios de producción, no los
bienes. El partido comunista chino, ha convertido una vez muerto Mao, en el
corazón de su propia política económica consistente en abrir el país a los
inversores de capital extranjero, y utilizar los mecanismos ordinarios de
economía de mercado.
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